Este libro no habría sido posible sin el infinito amor de padres, madres y cuidadores que han dejado atrás los prejuicios para abrazar desde el corazón, la palabra y la acción a jóvenes que han batallado duramente contra las injusticias de un mundo vulnerador. Su ejemplo es un impulso poderoso para seguir trabajando en la resignificación de nuestras escuelas como lugares seguros, donde nadie nunca más tenga el temor de mostrarse tal como es. Hoy reconocemos en el amor de estas familias la fuerza indiscutible para combatir el odio que impone barreras ante la diferencia.

No podemos olvidar tampoco a quienes en momentos difíciles se han puesto del lado justo de la situación, han brindado su apoyo, su trabajo, sus palabras y todo lo posible para defender la causa de los derechos humanos. En ocasiones, la violencia con la que se ataca este tipo de iniciativas nos lleva a pensar en la renuncia, pero nunca nos han faltado esas voces de aliento que nos levantan para perseverar en nuestra labor. Reiteramos nuestra gratitud hacia el rector, las coordinaciones y los docentes del colegio Pablo Neruda, quienes se han convertido en aliados incondicionales. Desde nuestro sentir reconocemos su solidaridad porque es desde el trabajo en comunidad que podemos avanzar hacia el proyecto de sociedad que soñamos y para que cada vez seamos más quienes valoremos la existencia humana en todas sus expresiones.